Uno de los sentidos básicos que Dios le da a la existencia del hombre es el de compartir con Él la Plenitud que debemos darle a nuestras vidas. “Nosotros los cristianos nos sentimos llamados a ser protagonistas de una cultura de vida” (OO.PP. 1986 – 1989). Queremos, como Colegio de Iglesia, SER MAESTROS EN EL ARTE DE ENSEÑAR LA VIDA a los jóvenes, iniciándolos en el camino de las Bienaventuranzas que nos hace seguidores de Jesús en calidad de discípulos.

La plenitud de la vida, a la que somos invitados por la entrega Redentora de Cristo, se expresa a través del amor: “Amar al Padre – Amar al Hermano”. Una comunidad educativa, centrada en Cristo y penetrada por su Espíritu, es una comunidad que vive “El Amor”, ya que el amor gesta una nueva cultura. El amor de Cristo es la savia de un Colegio de Iglesia. “Un amor que se encarna en la vida escolar, en las estructuras, en la pedagogía, en sus reglamentos y en su organización”.

Una comunidad que busca y desea proyectarse en el amor, debe privilegiar a la Persona. El hombre es centro y clave de la cultura y, como tal, se le privilegia con un enfoque curricular específico, ya que “la finalidad de la cultura es hacer del hombre una persona capaz de alcanzar la perfecta realización de sus capacidades”. (Juan Pablo II en UNESCO). Queremos formar personas capaces de ser “transformadores de la Sociedad y de descubrir su sentido de trascendencia”.

Deseamos formar a personas que, a través de la experiencia de una participación comunitaria, se sientan llamadas a vivir con el estilo de Jesús, cultivando en sus vidas una opción evangélica por los pobres, que se expresa en sencillez, sobriedad y austeridad asumiendo el compromiso evangélico de luchar por la promoción y defensa de los derechos humanos. “Acercándose al pobre para acompañarlo y servirlo, hacemos lo que Cristo nos enseñó”. (Puebla 1145).